Bar Franco de Nájera

1985. Una extraña recreativa en el «Franco»… ¡¡Y de deportes!!

Pues no amigos, no solía ir. No porque que el “Franco” fuera un bar de Nájera de los llamados “de mayores” y yo solo un renacuajo de 11 años… ¡Que va!

¡Desde cuando eso era un impedimento! De hecho entrábamos en cualquier tugurio de Nájera sin ningún tipo de pudor, solo por ver que recreativa “gastaban”.

El verdadero motivo; el Bar “Franco” era parada obligatoria en la ruta de “chiquiteo” de mi padre y me arriesgaba sin comerlo ni beberlo a que me cayera una bronca monumental.

El bar «Franco».

El “Franco” era y es uno de los bares más clásicos de Nájera, de los de «toda  la vida». Debía el nombre a su dueño, que se llamaba así.

Unos años después, cuando uno de sus hijos tomo el mando de la barra, la gente le cambió el nombre. Pasó de “Franco” a llamarse “Franquito”. Nájera y sus cosas.

Si el bar Franco hubiese montado una franquicia… ¡éxito! jamás hubiera francasado.

Pero ese domingo de enero había decidido entrar. Esa tarde mi único propósito consistía en descubrir si era cierto el poder de adicción de una nueva máquina que estaba causando estragos entre la chavalería.

Las navidades, aunque escasas de juguetes, habían sido muy fructíferas en lo que a pagas se refiere. Llevaba un buen puñado de monedas de cinco duros, y estaba más que preparado para convertirlas en unos minutos de frenética diversión, estridente música y fulgurantes colores.

No, no me iba a una fiesta Rave, iba… ¡A jugar a las recreativas!

De fiesta en los recreativos de Nájera

Avanzaba presuroso a la par que pizpireto.

Caminaba feliz y preocupado, como buen bipolar, ya que tal cantidad de monedas en mi bolsillo eran “carne de abusones”, y con cada paso mis pantalones sonaban a pandereta como si fuera un maldito arlequín. Si lo que quería era no llamar la atención, estaba teniendo menos éxito que Cristiano Ronaldo en el Club de los Humildes.

¿Arlequin? ¿Has dicho Arlequin?

Llegué exhausto al bar, y pegue mi cara al cristal de la puerta de entrada conteniendo la respiración para no empañarlo de vaho. Un rápido vistazo a través de las amplias cristaleras tintadas sería suficiente para cerciorarme de que no hubiera “Padres en la Costa”. Pero antes de terminar la batida visual, algo despertó mi curiosidad y no pude contenerme. Empujé la pesada puerta y entré.



– ¿Cómo las voy a coger yo?…¡Pero si acabo de llegar!

– A ver Roberto, pues si no las has cogido tu ha tenido que ser el chiquillo. Tu me dirás. – Insinuaba inquisitiva María Jesús.

– Que no, que yo no las he cogido, pero… ¿Estás segura de que las tenías en la mesilla? – Contestaba su marido tratando de calmarla.

– Llevan ahí todo el día, y que casualidad, llega el nene a por la merienda… ¡¡y ya no están!!!

– ¿Y no las has echado a la cartera cuando has ido a por el pan? – Preguntó Roberto tratando de dar solución al dilema.

– ¡Que no, Roberto! Que el pan lo he pagado con un billete de doscientas pesetas, y las vueltas las he dejado con el resto de monedas, justo aquí. – Replicaba mientras apuntaba a la mesilla, elevando la voz cada vez más nerviosa..

¡¡Doscientas «cucas»!! Estas si que duraban y no los 20 euros.

– Tranquilizate, que seguro que aparecen… ¿Pero tanto tenías?

– Unas ciento ochenta pesetas en monedas más o menos…

– Bueno, chiquilla, no te preocupes… las habrá cogido pensando que era su paga.

– Si, su paga… ¡¡ Y una leche!!… – Replicó María Jesús, cada vez más molesta, ya no por el dinero, sino por los intentos de quitar hierro de su marido.

– Mira Roberto, a ti te parecerá una chiquillada, pero no es normal. Me llevan faltando monedas de cinco duros desde hace cosa de una semana… Tu hijo tiene catorce años ya y vamos a tener que atarlo en corto. – Cogió aire y zanjó la conversación con un rotundo – ¡¡Tenemos que hablar muy seriamente con Ramsés!!



Y entré al bar «Franco»

Me llamó poderosamente la atención el tumulto de gente que se congregaba alrededor de la máquina del «Franco» y entré sin pensármelo dos veces. Una bronca de mi padre estaba más que justificada si a cambio conseguía ver la recreativa que estaba generando tal expectación. Me habían comentado que era muy diferente a lo visto hasta ahora, ya que no tenía los clásicos joysticks o mandos para poder jugar, solo tres botones por cada jugador, y eso había que comprobarlo.

Me fui abriendo paso entre la chavalería allí congregada. Mi constitución era como la de Corea del Norte, sumamente delgada, y eso me permitía colarme con facilidad entre la gente.

Por lo que pude vislumbrar según iba avanzando, el juego era de deportes y pintaba bastante bien. Intuía lo que podía ser una piscina con cuatro carriles, y entonces lo oí.

 

Ta Ta Ta Ta Ta Ta Ta

Un sonido rítmico y machacón inundó el bar. El sonido era muy rápido. Muy Rápido. Increíblemente rápido.

Ta Ta Ta Ta Ta Ta Ta

Incluso la gente que estaba en la barra disfrutando de su vermú se giraban a mirar, y alguno más curioso se acercaba, abandonando su pincho de tortilla.

Ta Ta Ta Ta Ta Ta Ta

Conseguí avanzar un poco más entre la gente, y de puntillas pude ver otra fase, un corredor se preparaba para la carrera en una pista de atletismo.

Ta Ta Ta Ta Ta Ta Ta

Al estar más cerca de la máquina el sonido resultaba ensordecedor. El corredor estaba en plena carrera, y una barra que indicaba la velocidad subía hasta el tope al ritmo de los incesantes golpes.

Ta.

En ese momento paró por un instante… Leches, no era una carrera… ¡estaba cogiendo velocidad para saltar en el potro!

Hypersports Salto de potro

El corredor se elevó y comenzó a girar vertiginosamente en el aire. Yo estaba alucinando. No entendía nada, y para mayor complicación, la máquina no tenía mandos, solo botones. ¿Cómo lo hacía?



– ¡¡Ya saltó la liebre!!

Exclamó María Jesús – ¡¡¡Ya se por qué me falta el dinero!!!

– Ves, ya te dije que estuvieras tranquila, que al final seguro que aparec….

– Fuma.

– ¿¿¿Que???

– Ramsés, ¡Que fuma!

– Pero mujer, solo por que te falten unas monedas ya deduces que fuma, no estarás exager…

– Que si, que fuma, ¡¡que le da al tabaco!!! Ayy señor!!! que hemos hecho mal con este chiquillo!!! – Exclamó airada – ¡¡Y la culpa es tuya!!

– Pero si yo no fumo… – Se defendió tímidamente Roberto.

– ¡Pero eres su padre! ¡Y le consientes mucho! Y al final hace lo que quiere.

– Pero cari, si Ramsés es antitabaco. – Trató de argumentar – Si lo odia, y además es deportista nato. No nos da poca guerra entre el fútbol y el futbito…

– Pues ahora nos la dará con el tabaco y el tabaquito. ¡¡Que fuma!!! ¡¡Fijo!!

– Pero le has visto fumando? Le has encontrado algún paquete? Porque te veo muy segura…



El ruido cesó en el bar, y el juego mostró otra pantalla totalmente diferente. En el centro un ¿Cazador?. ¡¡Que raro!! Justo sobre el mismo aparecieron dos puntos de mira que se movían incesantemente arriba y abajo.

Yo me hacía de bruces. Cada vez entendía menos. ¿Quién los movía si no había mandos?

Y de los laterales surgieron los platos. ¡Era una prueba de tiro al plato!!

Miré para ver quien estaba jugando ya que hasta entonces no había podido quitar ojo a la pantalla. Y como no…

Era Ramsés.

Ramsés era y es un crack de las recreativas. Nos llevaba tres años (y ahora también, es lo que tiene hacerse mayor a la vez), pero al estudiar en el mismo colegio, todas las tardes formábamos un nutrido grupo de críos desatados, sin asegurar, y dispuestos a realizar las mayores trastadas. En el grupo destacaba Ramsés. La voz cantante siempre la llevaba él. 

Ramsés enseguida montaba los juegos callejeros típicos en Nájera como  el «Raspe», «Tres Navíos en el Mar», «Polís y Cacos» o el «Marro» en el Paseo San Julián tantas veces disfrutado. Y por supuesto, al ser tres años mayor que el resto, nos contaba cosas «de mayores». Había que vernos totalmente embobados cuando nos decía con una sonrisa socarrona… «Entonces creéis que los niños los trae la cigüeña.. ¿verdad?… Pues vais a flipar.»

Y por supuesto, jugando a las recreativas era de los de notable alto.

¡¡Joder!!! – Masculló enfadado consigo mismo. Se le había escapado uno de los platos, y detrás otros tantos más. Una vez perdida la concentración se convirtió en un colador.

Manda narices, él, que era cazador, y la prueba que peor se le daba… era la del tiro al plato.



– A ver ¿pero le has visto con el cigarro en la mano?

– No, no le he visto fumando, pero es qu… – Argumentó María Jesús

– ¡Pues ya me dirás de donde sacas que tu hijo fuma! – Interrumpió Roberto un tanto indignado.

– Roberto… ¡Es que me faltan todos los mecheros que tenía en la cocina! ¡TODOS! – Insistió en su tesis María Jesús – ¡¡Me faltan las monedas, me faltan los mecheros!! A poco que deduzcas….

– ¿DOOONDE STARRRÁ EL MESERRRO? – Una agresiva y extraña voz procedente del salón sobresaltó a la pareja, que se quedó petrificada.

– ¿DOOONDE STARRRÁ EL MESERRRO? – Repitió aún con más énfasis la misteriosa voz.

La pareja, después del susto inicial, se miró fijamente y rompió a reir.

La voz no era ni más ni menos que la de su loro, y por lo inoportuno, les había conseguido asustar.

El loro en la familia de Ramsés era uno más. No era muy sociable que digamos (yo me llevé en su día un picotazo por acercar la mano a la jaula y maldita la gracia). Dicho loro de cuyo nombre no puedo acordarme era muy parlanchín, y tenía una gran facilidad para repetir las frases que escuchaba.

– ¡¡Ahí tienes la prueba, Roberto!!. Tu hijo ha estado en casa, y seguro que buscando mecheros como un loco. El loro lo ha delatado.

El loro de la familia iba a resultar clave para descifrar el misterio.

– Pues al final vas a llevar razón – Contestó resignado Roberto – ¡¡¡ Ya se puede preparar cuando venga, que la bronca que le voy a echar va a ser épica!!!


Y llegó otra fase, y también era deportiva.

Nuevamente un corredor de atletismo en la pista. Ya había avanzado hasta ubicarme al lado de Ramsés, que me lanzó un guiño de complicidad.

– El juego se llama Hyper Sports, y es de deportes. – Me explicó – Estate al loro Toño, hay que darle al botón muy rápido para que el muñeco corra. – Y se retiró de la máquina cediéndome la vez.

– ¿Quieres que yo…?? – Respondí entre asustado y deseoso, como quien se enfrenta a un plato de pimientos del Padrón o a una tarde en el Leroy Merlin.

– ¡¡¡Dale sin miedo, que hay tres intentos!!!

Comencé a golpear el botón como si no hubiera un mañana. Lo golpeé lo más rápido que pude, pero la barra de velocidad solo subía a la mitad.

El cuerpo es sabio: Golpear el botón de las recreativas arriba y abajo en un movimiento rítmico ejercitó nuestras muñecas preparándolas para una desaforada etapa adolescente.

– Dale, ¡dale! ¡¡dalee!! – Me animaba Ramsés. – ¡¡Uyyyy!!! Te ha faltado tres segundos para clasificarte. Venga, inténtalo otra vez.

– Pero, que si no me clasifico solo te va a quedar un intento… – Avisé por si las moscas, ya que no las tenía todas conmigo.

– ¡Tu dale sin miedo! – Me animó con mucha seguridad

Esta vez me remangué, me concentré y golpeé el botón como si no hubiera un pasado mañana. Mirar los segundos que quedaban hacía que cada vez golpeara más fuerte….

Y esta vez siiii… siii… ¡SIII!… Pues no.

Me faltaron casi cinco segundos para clasificarme. Peor que la vez anterior a pesar del entusiasmo.

Una vez frustré mi segundo intento, Ramsés ocupó mi lugar, y dió paso al último intento.

– Aprende, Toño –

Ta Ta Ta Ta Ta Ta Ta

Otra vez el vertiginoso sonido inundo el bar. Era cosa de Ramsés. Le miré la mano, y no golpeaba el botón arriba y abajo.

Era muy raro, movía frenéticamente la muñeca de izquierda a derecha sobre el botón, sujetando algo en su mano.

Ta Ta Ta Ta Ta Ta Ta

La barra de la velocidad que yo apenas subía a la mitad del recorrido estaba ahora en el 100%.

¿Cómo diablos lo conseguía?? Miré fijamente su mano y pude distinguir un objeto blanco y alargado.

– ¿Y eso?- Señalé

– Eso Toño, es… – Confesó divertido al ver mi cara de sorpresa.- ¡El truco del mechero! 

 

 

Notas:

  • El relato como siempre está basado en hechos reales, pero poco.
  • El juego que triunfó en el «Franco» era el Hypersports, y en una futura entrada del blog le haremos un retroanálisis en profundidad.
  • El truco del mechero es real, y se hacía mucho en Nájera para conseguir en este tipo de juegos subir la barra de velocidad, ya que es más rápido que pulsar el botón frenéticamente.
  • No confundir con otro truco con el mechero eléctrico, para conseguir partidas gratis.
  • El loro es real, se llamaba Rocky, y me metió un picotazo.
  • Ramsés no tuvo problemas con sus padres ni con el tabaco, y a día de hoy me sigue hablando, así que todo en orden.

 

Y como siempre, si queréis dejar un comentario lo podéis hacer justo debajo, se agradecerá. Si no queréis no os pasará nada (salvo que os pille por la calle…)

najeraretrogames

Antonio Hermoso. Najerino aficionado a las máquinas recreativas, publicista y diseñador web.

2 comentarios en “1985. Una extraña recreativa en el «Franco»… ¡¡Y de deportes!!”

  1. Creo que la mayoria de los que jugamos a recreativas alguna vez…. mas de una nos hemos agenciado “las vueltas del pan” en mi caso para el flamante Golden axe !!

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